miércoles, 19 de julio de 2017

La naturaleza de la vida está constituida por la estructura del deseo: pulsión de vida, pulsión de muerte. / Por Macarena Yupanqui


  La naturaleza de la vida, está constituida por el deseo, o más bien, el deseo es inherente a toda manifestación de vida. Así como los protones y los electrones crean fuerzas de atracción y de repulsión, debido a su carga eléctrica positiva y negativa respectivamente, la psique humana se comporta en relación a atracciones y rechazos. Ahora bien, en ambos casos, podemos reconocer la presencia de una similitud de movimiento, pero aparentemente desconocemos la naturaleza de estas fuerzas, desconocemos el motor que inicia el movimiento y, es justamente en este punto, donde aparece la idea del deseo como motor de vida.
  Es preciso, entender el  movimiento, como el modo en que se manifiesta la vida. Todo es, gracias al movimiento. Siguiendo con el ejemplo anterior, las partículas subatómicas que dan vida a la materia, funcionan gracias al movimiento, la vida humana también responde debido al movimiento de quien la vive, etc. Es decir, debemos partir entendiendo el deseo como motor de movimiento. Esto implica necesariamente, salirse de la idea tradicional de sujeto-objeto, donde es el sujeto quien va en busca de lo deseado para obtenerlo, como si fuese un otro. Esto nos sitúa en entender el deseo como una dualidad: “la cuestión del deseo se convierte fácilmente en la de saber si es lo deseable lo que suscita el deseo o, por el contrario, el deseo el que crea lo deseable”[1]. Visto con esta idea de sujeto-objeto, no se explica su naturaleza, más bien se desvirtúa, ya que lo pone en la categoría de la causalidad.[2] Para el sicoanálisis, el deseo es más bien el movimiento hacia algo otro, algo que le falta a sí mismo, que está presente en el sujeto que desea, pero en forma de ausencia, es decir, se sale de la idea de dualidad y, si es que hubiese una causa, esa sería la presencia de la ausencia. No hay separación ni oposición: hay movimiento.
  La relación entre presencia y ausencia, sería constitutiva del deseo mismo, y a su vez el deseo de toda manifestación de vida. La constitución del deseo la podemos ver representada más explícitamente en la idea de la naturaleza de Eros dada en  El Banquete de Platón. Eros es concebido en la fiesta del nacimiento de Afrodita, por Poros y Penia. Poros representando la abundancia y Penia, la pobreza. Eros por tanto, tendría doble naturaleza, oscila entre lo mucho y lo poco, lo bello y lo feo, lo agitado y lo calmo, lo caliente y lo frío, el amor y el odio, la vida y la muerte. Y es este movimiento oscilatorio, el que constituye la esencia de lo que somos, en tanto cómo nos constituimos naturalmente, hasta cómo se manifiesta nuestra psique en el desarrollo de la vida y las relaciones. Desde el nacimiento, el bebé desea todo lo que le fue quitado abruptamente al dar a luz, desea todo eso que poseía cuando estaba en el vientre materno. Es ahí donde se inicia la búsqueda, el camino, el movimiento que nos conduce a la obtención de eso que nos falta, de eso que creemos ajeno en tanto deseado, pero que no es más que la manifestación de nuestro inconsciente, el cual clama por recuperar lo perdido. Pareciera que el deseo tiene la función de unificar, de ser la fuerza mantenedora, de ser el nexo que mantiene la unión, la unión que hace posible la vida. Sería una especie de neutrón, que está ahí para mantener la relación entre positivo y negativo, pero siempre inclinado al bien. Aristóteles dice que “Todo arte y toda investigación, al igual que toda acción y toda deliberación consciente, tienden, al parecer, hacia algún bien. Por esto mismo se ha definido con razón el bien como <<aquello a lo que tienden todas las cosas>>”[3].
Entendiendo el deseo como análogo a Eros por su doble naturaleza y, comprendiendo también la facultad de originar el movimiento, es posible hablar del deseo, según lo planteado por Lyotard, como una pulsión o un bombeo que permite el paso de la vida a la muerte, entendiendo vida y muerte no necesariamente de manera literal, sino más bien como dos extremos dados en la experiencia de estar vivos. Hay que comprender, cómo es el recorrido, qué ocurre mientras vamos de una pulsión a otra. Estas pulsiones se manifiestan en nuestra vida, de la siguiente forma: lo primero que reconocemos es la carencia, el defecto y es este el que emite la primera señal de alerta para iniciar el movimiento. Nos vemos afectados, incómodos o inquietos; en primera instancia, no sabemos el origen del desagrado, pero basta que nos detengamos un poco, para poder dilucidar que aquella incomodidad está anunciando una necesidad. Y eso que necesito, precisamente es lo que no tengo, por lo que automáticamente la incomodidad se transforma en motivación, motivación de ir hacia eso algo que no tengo, o más precisamente, ir hacia eso algo que no tengo porque me fue quitado. Esta motivación, nos hace salir de este estado inicial de tedio, nos hace movernos, caminar hacia lo deseado. Nos entusiasmamos porque queremos satisfacernos y esa satisfacción se logra, llegando a lo que nos falta. Una vez obtenido aquello, o en otras palabras, una vez unificados por fin presencia y ausencia, es que esa unificación, ese todo, se satura de sí rápidamente. Colapsa la unión, como si ambas naturalezas no pudiesen coexistir, como si la necesidad de constante separación y unión fuese el vínculo que permite su mantención. Del colapso, nuevamente nace la separación, y así el camino de vuelta a lo incompleto, para estar ahí, esperando nuevamente la incomodidad que inicie el movimiento. Es de esta forma, que el deseo puede ser entendido como pulsión de vida y muerte, del paso del ser al no ser y viceversa.
 No debemos olvidar, que las pulsiones tienen experiencias de deseo positivas y negativas. Es importante, reconocer ambas naturalezas, para poder saborear el movimiento. Podemos partir detestándonos a nosotros mismos, por lo cual deseamos y buscamos el amor o la calma que necesitamos; o bien, podemos ya amarnos, y desde ahí buscar el malestar o el odio. El amor no se basta a sí mismo, tanto como el odio tampoco. Así como el deseo tiene doble naturaleza, el humano particularmente dentro de las especies vivientes, también posee esta doble naturaleza. Como diría Nicanor Parra, “es un embutido entre ángel y bestia”.[4]  “Lo que quiere el filósofo no es que los deseos sean convencidos y vencidos, sino que sean examinados y reflexionados”[5]. La idea no es vencer el odio, o el tedio, sino más bien, vivirlos, acogerlos, pensarlos, creerlos. Ya que negarlos, no es más que negar nuestra propia naturaleza. El contenido sustancial de la sabiduría de vida, está en la experiencia de pasar de un extremo a otro, vivir el proceso como único propósito.
“¿Por qué no existe unidad a secas, la unidad inmediata, sino siempre la mediación del uno a través del otro?”[6]  La respuesta a esto, está en el deseo. Es este, el que origina la separación, entendiendo esta separación, como necesidad, como condición primordial para que se ejecute la vida. La idea de la unificación, o del todo, pareciera acercarse a la inmovilidad, y no hay vida posible en lo inmóvil. Es por eso que el deseo aflora desde la más pura energía vital, para evitar que el colapso del todo sea destructivo y pereciente, y hacer de él un loop, un eterno moverse, que pasa a ser el más puro e interno sentido de la vida. Debemos entender el sentido de vida, no como alcanzar un objetivo, ni obtener lo deseado, sino más bien comprender la importancia del proceso, entendiendo el proceso como el ir y venir producido por el deseo. Es ahí donde se encuentra el sentido. Aprender a sentir el paso de un lado a otro. Entender que la vida, análoga a la sabiduría en El Banquete de Platón, es “presencia de una ausencia y sobre todo porque ella es conciencia de intercambio, intercambio consciente, conciencia de que no hay objeto, sino únicamente intercambio”[7].





Bibliografía
Lyotard, J. F. (1989). ¿Por qué filosofar?, Barcelona, España. Ediciones Paidós.
Platón (1988) El Banquete, Madrid, España. Editorial Gredos.




[1] Lyotard, J F. (1989). ¿Por qué filosofar?, Barcelona, España. Ediciones Paidós. Pág. 81.

[2] Lyotard, J F. (1989). ¿Por qué filosofar?, Barcelona, España. Ediciones Paidós. Pág. 81.

[3]  Aristóteles (1985). Ética Nicomaquea, Madrid, España. Editorial  Gredos. Pág. 19
[4]  Parra N. (1954). Poemas y antipoemas, poema Epitafio. Santiago, Chile, Editorial Nascimiento.
[5] Lyotard, J F. (1989). ¿Por qué filosofar?, Barcelona, España. Ediciones Paidós. Pág. 95.

[6] Lyotard, J F. (1989). ¿Por qué filosofar?, Barcelona, España. Ediciones Paidós. Pág. 98.

[7] Lyotard, J F. (1989). ¿Por qué filosofar?, Barcelona, España. Ediciones Paidós. Pág. 94.

jueves, 29 de diciembre de 2016

Levántate, levántate, es la una por E Eme Cárdenas

Es difícil tratar de explicar ésto que en los últimos años ha tomado fuerza. El tema de que el binomio femenino y masculino no están atados necesariamente al sexo. Los más conservadores pueden elevar la voz cuando se trata de ésto, pero el sentido lo tiene cuando se está inserta en la creación, en el cuero propio.

Hay algo que nos es dado por la educación, y quizás por eso, cuando por fin en mí se condensó la fuerza de escribir, me sentía más cómoda escribiendo como un sujeto poético masculino. Traté de escribir como mujer, pero sentía que no tenía fuerza, que era débil; pero ese era el primer prejuicio.

Dado que era necesario escribir, seguí el instinto de escribir como si fuera hombre. Y sobretodo escribía narrativa. Debo confesar que era un poco confuso igualmente tratar de imaginar cómo piensa un hombre. Hice lo que pude. Y trabajé por un año en un taller, tratando de encontrar mis letras.

De pronto, más bien, con los años, la poesía se materializó dentro. Y lo femenino comenzó a tomar fuerzas sobretodo en los ultimos años, cuando los temas de género comenzaron a ser discusión pública, con el acuerdo de vida en pareja, con la gente saliendo del closet, con los travestis haciendo feminismo, con los gays amándose sin miedo en la calle.

Un hombre me dijo que la poesía es un lenguaje muy femenino. Eso, y también la confección de libros. "Hay que verla a usted como hace sus libros, cariño", me dijo otro hombre. Entonces me di cuenta que había estado buscando la identidad femenina, que la educación ha censurado en mi vida (que yo he permitido que se censure ya sea por el acoso o por lo que implica plantarse como mujer en la sociedad machista- que lentamente también sale del closet), y que siempre había estado allí cobrando fuerzas.

Judith Butler dice que en la cultura occidental, lo femenino se ha creado a través de lo jurídico, como la negación de lo masculino. Y allí, todo lo que es distinto a lo masculino, es lo femenino. Entonces, partiendo de eso, lo femenino tiene un amplio espectro de definición. Pero si no existiera lo jurídico, que representa a los seres humanos y les da derechos y deberes y representación ¿qué somos entonces?

Luego de mis periplos de la vida en pareja, he tratado también de responderme mis preguntas en ese espacio. Allí he aprendido que también tengo que saber qué quiero de mi vida, de la vida, para terminar traicionándome solo para para no estar sola. Y así en la escritura, también aprendo que no me tengo que traicionar, y una nueva voz ha surgido este año con el ejercicio de escribir, con el ejercicio de mirar y estar atenta y darle espacio a esa voz que aparece desde la sombra. Porque lo femenino aparece desde la sombra, como si fuera su naturaleza.

La admiración que me provoca Claudia Rodríguez, por ejemplo, una activista travesti, como ella misma se define, por su activismo en las letras, que tienen una profunda pulsión de erotismo oscuro. Un feminismo enrabiado, resentido y peleador. Cosas que una ha tratado de tapar, porque es incómodo habitar en lo femenino desde los dolores. Ella ha construido lo femenino desde el permitirse ser en el cuerpo, permitirse ser en la rabia, y desde ahí habitar (y gritar).

Entonces el experimento de darle espacio al género, que implica de por sí adoptar una postura política, ha hecho que el texto se amplie y hable con nuevas voces, dolorosas, claras y también risueñas. No hay una definición más que la que una puede darle. No hay una fórmula ni una forma.

La semana pasada soñé que bailabla flamenco y que en ese mismo sueño le enseñaba a alguien. Ese estado de tomar y plantarse como mujer fue tan potente, que me levanté con la fija idea de ir a bailar (cosa que he estado haciendo ya por dos semanas). Y allí, frente al espejo, me veo y uso la vanidad para bailar de la mejor manera que pueda (Vanidad que me enseñaron no era buena).

Anoche soñé que mi mamá venía a despertarme "Levántate, levántate, es la una". Y en el sueño, me levantaba y veía mi casa. Había en ella varias cosas que necesitaban de mi decisión para cambiar.

viernes, 16 de diciembre de 2016

"AUTOCONOCIMIENTO" por Sol Caraves


                Ayer estaba leyendo un libro de Pabla Pérez y de una pequeña afirmación se produjo un eco adentro mío que todavía no termina de concluir mientras escrito esta modesta reflexión. Básicamente decía que podemos curar intuitivamente nuestro cuerpo, sin la necesidad de otro legitimado por un sistema obsoleto y dañino como sería la medicina occidental, a través del autoconocimiento y la escucha de nuestras necesidades, puede sonar irresponsable, pero más allá del debate sobre acudir o no al médico, las pautas que te da son indicio claro de la evidencia de nuestra profunda desconexión y el desarraigo que sentimos con nosotrxs mismxs. Pabla hace un hermoso trabajo donde explica como ejecutar ejercicios de autoconocimiento o auto evaluación ginecológica ligando los malestares físicos con la alimentación, factores dañinos como los tratamientos hormonales y los desequilibrios físicos producidos por la historia que a través de la medicina seculariza los cuerpos, pero más allá de eso a lo que apunta es a generar una ruptura consciente con nuestras estructuras sociales internalizadas de la salud, reconectarnos con nuestro cuerpo, nuestro sentir y nuestras necesidades, sin miedo a experimentar y conocer los funcionamientos de nuestra corporalidad.
                El autoconocimiento es una herramienta indispensable para poder transitar de manera más saludable o menos desagradable este mundo que desde los orígenes de sus registros siempre parece venirse abajo, hoy parecemos siempre conectados a otras cosas, como nuestros teléfonos, con nuestros amigos, nuestro trabajo, nuestro hobby, podemos saber lo que pasa al otro extremo del mundo en segundos y acceder prácticamente a conocimiento ilimitado, pero volcamos toda nuestra energía para suplir esas necesidades exteriores a nosotrxs, muy pocas veces retornamos a la reflexión introspectiva, nos han y nos hemos disociado de nuestras emociones, pensamos todo en términos racionales. Sentarse un minuto para preguntarse “esto cómo me hace sentir”, sin que la mente intente clasificar, lograr mirarnos sin juicios, ni autoritarismos es clave para poder establecer una comunicación fluida primero con unx, y después con nuestro entorno.  
                Ahora bien, otro punto sobre esta desconexión: es muy difícil tener una identidad cuando la velocidad y el cambio constante en todos los ámbitos asechan nuestra estabilidad continuamente (sí, estoy hablando de Bauman) y los engranajes de un sistema simbólico atentan con la construcción de nuestra autoestima, este sistema de consumo está diseñado para que nos sintamos incómodos y mal con nosotros mismxs y nos crea necesidades para que sustituyamos ese vacío con cosas o servicios, los parámetros con los que solemos medirnos son ficticios, inalcanzables y si no salimos de ese círculo de insatisfacción viviremos condenados a una vida de mediocridad y tormento. Llevamos encima de nuestros hombros mandatos sociales tan arraigados que no sabemos si son deseos auténticos o impuestos por nuestra cultura y es nuestra tarea reconocerlos, digerirlos, desintegrarlos o reformularlos, los epicúreos dirían ataraxia, examina tus deseos naturales o innecesarios, aquellos que te llevan al placer auténtico o al vano dolor del alma.  


                Las corrientes de pensamiento, antes de la modernidad y el racionalismo, solían conectar nuestro lado racional, nuestro lado espiritual y nuestra corporalidad, generalmente situando al hombre en armonía con un cosmos o con la naturaleza, yo al leer a sobre la Devoción Moderna me imagino un espiral que conecta todas las cosas que viven o permiten la vida, nosotros no somos el espiral, el espiral nos atraviesa y no tiene espacio, ni tiempo y nosotrxs ninguna inferencia. Pero bueno, somos los protagonistas más nefastos que pudimos elegir, porque si el hombre (genérico de hombre y mujer) por ser racional se sitúa por encima de todo lo demás y está tan fragmentado y tomas sendas decisiones como el aniquilamiento y la autodestrucción de la vida, yo propongo que reescribamos el guion y que elijamos otros protagonistas, ni el hombre, ni dios, ni la razón. ¿Vos que protagonista propondrías para este guión?




   

jueves, 15 de diciembre de 2016

"EL FENÓMENO DE LA POESÍA" por E Eme Cárdenas

He vuelto a leer la entrevista que el poeta Silva Acevedo dio a un diario el 27 de Agosto de este año, luego de ganar el Premio Nacional de Literatura. No sé nada de él, nunca leí Lobos y Ovejas, ni tampoco sé sobre su influencia en la poesía. Cuando le preguntan por su poesía, afirma que es introspectiva. Lo que he leído y oído es que el poeta está escribiendo poesía desde un lugar en la academia. Y en esa misma entrevista, afirma que lo que ha enseñado Nicanor Parra es peligroso. Nicanor Parra, un ser juguetón que no le ha pedido permiso a nadie; que alguna vez le pidió permiso a Neruda y quien no lo entendió en su momento, lo que hizo que Nicanor Parra se mandara a cambiar y tomara el camino de Recordarse a sí mismo en todo momento. Cosa que Silva Acevedo dice haber aprendido del cuarto camino de Gurdjieff.

Por mi lado, no creo saberlo todo, pero en mi experiencia, la poesía se ha venido a vivir conmigo, a mi cama, a mi casa, camina conmigo, como podría ser la presencia de la muerte en los texto de Castaneda y Don Juan. Asimismo, si desapareciera de mí y mi vida, yo podría pensar que es la muerte, la nada, descrita en la Historia sin fin de Ende.

La poesía está un escalón más arriba de la vida corriente., dice Silva Acevedo en su entrevista. Y me pregunto a qué se refiere. Y por momentos pienso como si fuera algo religioso, dedicado a los que están encerrados en el monasterio, fuera de la vida diaria. Monacal, digamos. Podría decir, que quizás sospecho lo que quiere decir, pero es una frase capciosa publicada en un diario de tercera. La primera vez que lo leí me pareció pretencioso, como si solo supieran de poesía en el espacio cómodo de la academia literaria. La segunda vez que lo leí, me quedó la duda, y me puse a pensar en lo que sucedió la semana pasada, el martes 13 de Diciembre de 2016. Ese día presentamos luego de un año de trabajo, el libro La Ciudad del fallecido Gonzalo Millán (1947-2006).

Millán vivió en La Chimba, y luego estudió en el Victorino Lastarria. Hizo sus estudios en Concepción, y luego vuelve a Santiago para seguir artes de la comunicación en la UC. Fue en ese momento en que viene el golpe de estado de Augusto Pinochet. Millán tuvo que salir del país. Se radicó en Canadá dónde hizo un Master en Literatura Hispanoamericana, y donde también formó una editorial que publicó varios años a poetas que estuvieron en el exilio. Millán volvió a chile a mediado de los 90.

Bolaño dijo "la poesía de Millán, una de las más consistentes y lúcidas ya no sólo en el panorama chileno, sino latinoamericano, se erige durante algunos años como la única poesía civil frente al alud de poesía sacerdotal.

En la presentación de su libro La Ciudad, nos acompañó la poeta María Inés Zaldivar, quien fue pareja de Millán hasta su muerte. Ella tuvo el gesto de hacer un tributo, tras cumplirse diez años desde que falleciera en 2006. Algo inédito, y algo que me sorprendió de tal manera.

Cuando te vas al exilio -dijo- no te queda otra que estudiar o trabajar de aseador. Lo primero que hizo Millán fue estudiar e hizo un Master. Pero por mientras hacía todo eso, no podía dejar de pensar en Chile, y trataba de procesar el golpe y las consecuencias de ello en su vida. Hacía clases de español para los gringos, y mientras juntaba recortes de los titulares de los diarios en Chile; cosas que iban apareciendo, como por ejemplo un cuerpo de una mujer encontrado en la playa en Los Molles. Los titulares de los diarios decían que era un asesinato pasional. Pero se trataba de Marta Ugarte, quien había sido secuestrada por agentes de la DINA, y que había muerto como consecuencia de las torturas a las que fue sometida.

Casi cuatro años estuvo Millán pensando en que tenía que escribir, hasta que un día, se da cuenta que para poder escribir tenía que salir de donde estaba. Entonces Millán abandona su trabajo en la universidad y consigue un trabajo de aseador nocturno de oficinas, para dedicarse en el día a escribir por fin esto que tenía atorado.
Si una lee La Ciudad, puede notar cómo se realiza un ejercicio para mantener la memoria. Su forma, sus frases cortas, replican el método de enseñanza de español a los no nativos. Sujeto predicado. Es una enumeración de lugares comunes. La misma ciudad que una ha recorrido para llegar a un trabajo, que podría ser igual de aburrido que el de Millán antes de hacer el aseo.

Me recuerda a todas esas cosas que han hecho mis amigos, como por ejemplo, renunciar a hacer clases en escuelas privadas, para vender pescado, y luego lanzarse con el proyecto editorial que siempre imaginaron. Un proyecto de vida, más bien. Recordarse a sí mismos en todo momento.

Silva Acevedo tiene razón que quizás escribir de lo contingente sin situarse, sin hacer un ejercicio de autoreflexión, puede hacer que la poesía sea efímera. Pero así como hay poetas y poetas y poesía y poesía, también hay personas y personas. La poesía debiera tener la definición que cada ser pensante y que siente, puede definir. Nadie debiera decir que algo está a otra altura, como si fuera un modelo, un ideal, que pusiera distancia entre el creador y lo que sucede.


Porque al final de cuentas, es lo que nos sucede. Un fenómeno. Y como bien dice John Johnson Bacanalés, hay que buscar una disciplina para escribir. Ejercitar para que ese fenómeno sea más claro y vasto y puro.

sábado, 3 de diciembre de 2016

"Un Don" por Rodrigo Durán


Desde niño le pedía; a la hermana de la joven que me cuidaba, que me dibujara algo lindo, (yo en ese tiempo no tenía las habilidades de hoy) y me terminaba dibujando un “Tribilín”.
Cuando me lo entregaba era el más feliz de todos, y podía estar horas mirando las líneas y los colores y los detalles, me acostaba en el suelo y lo miraba…como si solo hubiera eso.
Después descubrí que mis tíos (por parte de mi mamá) también dibujaban, pero nunca lo desarrollaron (quizás porque sus padres nunca reforzaron en ellos, el desarrollar su creatividad, o no sé)
Por eso, cuando me visitaban, yo le pedía a mi tío Pato que me dibujara un águila…y me ocurría lo mismo que con “Tribilín”; podía estar horas mirando como lo hacía y como con un lápiz a pasta y una hoja de cuaderno,  alcanzaba para provocar la magia. Esta vez, hice más cosas y me atreví a calcarlo y replicarlo un montón de veces, hasta que quedara como yo quería.
Por esos años, salieron a la venta unos juegos para niños llamados “Calquitos” que consistían en unas láminas semi transparentes que contenían un montón de figuras que tu traspasabas a una suerte de cuadernito de colores con muchos y variados fondos, y los calcabas con un lápiz mina, rayándolos por detrás. Era extraordinario!  Y de nuevo podía pasar horas jugando con eso...
Tiempo después, crecí un poco más y en consecuencia de todas esas fascinaciones infantiles, pedí muchas veces que me dibujaran cosas y yo repetía el patrón o las calcaba o las pintaba o las mejoraba.
Una vez dentro del sistema escolar, nos hacían (según recuerdo) pintar con los dedos, cosa que a muchos niños les encantaba porque aquí podían hacer eso que en casa no los dejaban: mancharse. Recuerdo pintar grandes dibujos en cartulinas con las manos y a mí no me gustaba salirme de los encuadres por las líneas, y cuando otro niño o niña lo hacía yo me sentía  mal. Miraba como un dibujo tan lindo se echaba a perder por la culpa de unos pocos que no ponían amor o talento en lo que hacían; era raro, porque mi sensación más de enojo, era de impotencia; por el poco valor que daban a tan maravillosa oportunidad de crear.
Crecí y solía tener solo sietes en artes plásticas, era el elegido para dibujar en la pizarra para los demás en biología o ciencias, finalmente luego de varios años y ya egresado de la enseñanza media, me aventuro a decir que estudiaré algo con “dibujo” que por esos años…no había mucho.
Busque y busqué y dí con el diseño gráfico, una rama similar…pero nada que ver con el dibujo (por aquellos tiempos ser bocetista o dibujante en el mundo gráfico, era bien compensado) entonces, tuve que elegir…o me quedo esperando una vacante en alguna imprenta o similar…o me buscaba una pega para poder sacar adelante el sueño de tener una familia.
Solo después de pasar una buena cantidad de años; incluyendo tiempos en trabajos que tenían algo muy cercano a lo que sabía hacer; dí con un amigo que me dio la posibilidad de incluir algunos dibujos míos en su revista; la sensación fue como cuando Rocky Balboa sube las escaleras hasta la estatua de Rocky Marciano…después; me animé y seguí solo. En uno de esos instantes tuve un flashback del porte del Titanic y sufrí unos segundos por el tiempo perdido…pero mas temprano que tarde; retomé ese don…dibujar y hacerme un tiempo fue sagrado cada semana; para entender que cuando haces lo que más te gusta, no estas trabajando, estas fluyendo con eso que te dice…vamos, dale! Está quedando bueno! (todo esto casi cerca de los 33 años) Actualmente tengo 42, y continúo creando porque sé que algo de esto quedará para el mundo. Como escuché por ahí, ”…no me llevaré mi canción a la tumba;  mientras pueda cantarla, lo haré” RDH


viernes, 2 de diciembre de 2016

"Espacio" por Sol Caravés

Estudiar las representaciones espaciales y temporales en las obras plásticas de alguna manera me ha hecho valorar la concepción de estas dimensiones en las distintas civilizaciones, entender que los sistemas (perspectivos-plásticos-conceptuales) que elegimos representan nuestro modo de concebir y experimentar la realidad que construimos, el ser y estar en el mundo. Eso me hizo pensar, por una parte, en cómo podemos definir nuestro tiempo y espacio actual, hay un par de términos con los que me he amigado este último tiempo, que me parece son acertados para explicar nuestra contingencia espacial y temporal, aunque se escribieron hace un par de décadas siento que siguen vigentes. Por ejemplo, me siento atraída por la teoría de la globalización, en términos de desterritorialización, si pensamos las conexiones o las interrelaciones económicas o políticas, incluso la identidad, ya no arraigadas a un país, a una frontera o un territorio en particular sino a una red globalizada que establece sus relaciones por osmosis, esto podría servir para explicar el efecto dominó que se ha producido en las elecciones democráticas acá en América.

                Podemos pensar el espacio también en términos de Augé, dentro de este territorio global, la ciudad estructura los no-lugares, lugares transitorios a-históricos que donde no generamos vinculo, ni identidad con nuestro entorno (Augé lo plantea en términos más dramáticos como lugares de no-derecho) por ejemplo, los colectivos o las cadenas comerciales, que son todos iguales a pesar de ser espacios físicos situados en distintos lugares de la ciudad.

                Otra forma de abordarlo es a través de las heterotopías que plantea Foucault, la aproximación a la utopía o a un espacio paralelo que escapa de las relaciones hegemónicas o normativas, como la relación que establecemos con nuestro reflejo en un espejo dada por la aproximación entre lo ficticio o ilusorio de ese reflejo y lo material concreto de ese espejo. Él lo piensa más en relación a su teoría sobre las instituciones, entonces otro lugar heterotópico podría ser la cárcel o un manicomio debido a que ahí se encuentran personas cuyo comportamiento se desvía de la norma social, pero también puede ser Disney o un museo por la construcción de esos espacios que escapan de lo real. Yo agregaría a las redes sociales, por la forma en la que nos construimos frente a los demás y nuestra dependencia a estos medios de interacción virtual, donde adoptamos una posición ficticia y estamos pendientes de lo que sucede en torno a una simulación de acontecimientos, donde personas se sienten obligadas a demostrar algo que no son y recortando una parte de sí mismos, la parte de ese reflejo que nos acomoda menos.

Ser conscientes o incluso reflexionar acerca de cómo se configuran los espacios en nuestra época puede ayudar a comprender estas sensaciones de inestabilidad o vorágine en la que fluctuamos, poder situarnos es el esencial en alguna coordinada es esencial para pensarnos ¿Ustedes cómo piensan el espacio? ¿Qué otro tipo de espacialidad o temporalidad identifican en la ciudad? 


jueves, 1 de diciembre de 2016

"De miedo" por Elizabeth Cárdenas

Eso de subirse a un avión confiando en que toda una cadena de control nos asegura que el avión no se cae. Subirse a un avión confiando ciegamente. Creer que la "seguridad está asegurada", cuando literalmente y figurativamente, estamos jugando una carrera para llegar a la final, y morir en el intento. La caída del avión que llevaba al equipo Chapecoense, un equipo con historia desde mediados de los 70, con hinchas como cualquier otro equipo chileno, con cuerpo técnico, delanteros, porteros, defensas, como todo equipo que emerge de las divisiones, que pasa por apuros económicos, que gana que pierde, que mejora, como cualquiera de cualquier parte del mundo, que luego desaparece casi completo en la caida de la aeronave. Morir en el intento, es para mí un símbolo del héroe.
Coleccionaremos miles de detalles que juntos causaron la tragedia. La falta de combustible, la falla eléctrica. Escucharemos mil veces la caja negra del avión, y nos dará escalofrío pensar que estamos presenciando/oyendo una escena real de muerte. No es una película. Creer que la seguridad te la asegura el barrio dónde ningún delincuente apodado El Tila se te va aparecer. Creer que la seguridad te la da el estado, el último modelo de automóvil. Es falta de sentido común; como creer que para ir al mar o la montaña solo necesitas ir con celular, porque te sientes seguro. Es mentira. Nada está asegurado: ni el trabajo, ni la vida.
He tenido miedo toda mi vida, o al menos desde que recuerdo. En momentos de peligro mi yo mujer se retira, para dejar a cargo a la policía interior. A la heroína interior. Esa que cree que va a obtener justicia por retirarse y hacer lo correcto / decir lo correcto. Y con esto no estoy pensando en reemplazar la seguridad por el miedo. Estoy pensando en saber a qué le tengo miedo y por qué.

El miedo a la muerte es el primer miedo que tenemos. El miedo a perder a la madre. El miedo a perder. El miedo. El Don Juan de Carlos Castaneda habla de una visión de la muerte como la compañera del camino. Esa que está contigo todo el rato, pero cuando menos lo esperas te va a tocar el hombro. Allí ya estarás muerto. George Bataille dice que la visión de la muerte, el colapso del cuerpo, y perder la ingenuidad ante ese colapso, nos hizo comenzar a enterrar a nuestros muertos. Algo que quizás es muestra de civilización (?) Pero si nuestra educación fuera en conciencia a nuestra fragilidad (más que miedo) y conciencia en la muerte (más que miedo) quizás no andaríamos teniendo miedo a los inmigrantes, miedo a los pobres, miedo a los ricos, miedo aquí, miedo allá. Quizás el miedo es el nombre que le damos a algo que no queremos entender. Un fantasma de algo que vino de la niñez, o algo que de grandes queremos ignorar. Miedo.