Desde niño le pedía; a la hermana de la joven que me
cuidaba, que me dibujara algo lindo, (yo en ese tiempo no tenía las habilidades
de hoy) y me terminaba dibujando un “Tribilín”.
Cuando me lo entregaba era el más feliz de todos, y podía
estar horas mirando las líneas y los colores y los detalles, me acostaba en el
suelo y lo miraba…como si solo hubiera eso.
Después descubrí que mis tíos (por parte de mi mamá) también
dibujaban, pero nunca lo desarrollaron (quizás porque sus padres nunca reforzaron
en ellos, el desarrollar su creatividad, o no sé)
Por eso, cuando me visitaban, yo le pedía a mi tío Pato que
me dibujara un águila…y me ocurría lo mismo que con “Tribilín”; podía estar
horas mirando como lo hacía y como con un lápiz a pasta y una hoja de
cuaderno, alcanzaba para provocar la
magia. Esta vez, hice más cosas y me atreví a calcarlo y replicarlo un montón
de veces, hasta que quedara como yo quería.
Por esos años, salieron a la venta unos juegos para niños
llamados “Calquitos” que consistían
en unas láminas semi transparentes que contenían un montón de figuras que tu
traspasabas a una suerte de cuadernito de colores con muchos y variados fondos,
y los calcabas con un lápiz mina, rayándolos por detrás. Era
extraordinario! Y de nuevo podía pasar
horas jugando con eso...
Tiempo después, crecí un poco más y en consecuencia de todas
esas fascinaciones infantiles, pedí muchas veces que me dibujaran cosas y yo
repetía el patrón o las calcaba o las pintaba o las mejoraba.
Una vez dentro del sistema escolar, nos hacían (según
recuerdo) pintar con los dedos, cosa que a muchos niños les encantaba porque
aquí podían hacer eso que en casa no los dejaban: mancharse. Recuerdo pintar
grandes dibujos en cartulinas con las manos y a mí no me gustaba salirme de los
encuadres por las líneas, y cuando otro niño o niña lo hacía yo me sentía mal. Miraba como un dibujo tan lindo se
echaba a perder por la culpa de unos pocos que no ponían amor o talento en lo
que hacían; era raro, porque mi sensación más de enojo, era de impotencia; por
el poco valor que daban a tan maravillosa oportunidad de crear.
Crecí y solía tener solo sietes en artes plásticas, era el
elegido para dibujar en la pizarra para los demás en biología o ciencias,
finalmente luego de varios años y ya egresado de la enseñanza media, me
aventuro a decir que estudiaré algo con “dibujo” que por esos años…no había
mucho.
Busque y busqué y dí con el diseño gráfico, una rama similar…pero
nada que ver con el dibujo (por aquellos tiempos ser bocetista o dibujante en
el mundo gráfico, era bien compensado) entonces, tuve que elegir…o me quedo
esperando una vacante en alguna imprenta o similar…o me buscaba una pega para
poder sacar adelante el sueño de tener una familia.
Solo después de pasar una buena cantidad de años; incluyendo
tiempos en trabajos que tenían algo muy cercano a lo que sabía hacer; dí con un
amigo que me dio la posibilidad de incluir algunos dibujos míos en su revista;
la sensación fue como cuando Rocky Balboa sube las escaleras hasta la estatua de
Rocky Marciano…después; me animé y seguí solo. En uno de esos instantes tuve un
flashback del porte del Titanic y sufrí unos segundos por el tiempo
perdido…pero mas temprano que tarde; retomé ese don…dibujar y hacerme un tiempo
fue sagrado cada semana; para entender que cuando haces lo que más te gusta, no
estas trabajando, estas fluyendo con eso que te dice…vamos, dale! Está quedando
bueno! (todo esto casi cerca de los 33 años) Actualmente tengo 42, y continúo
creando porque sé que algo de esto quedará para el mundo. Como escuché por ahí,
”…no me llevaré mi canción a la tumba;
mientras pueda cantarla, lo haré” RDH
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