He vuelto a leer la entrevista que el poeta
Silva Acevedo dio a un diario el 27 de Agosto de este año, luego de ganar el Premio Nacional de
Literatura. No sé nada de él, nunca leí Lobos y Ovejas, ni tampoco sé sobre su influencia en la poesía. Cuando le preguntan por su poesía, afirma que es introspectiva. Lo que he leído y oído es que el poeta está escribiendo poesía desde un lugar en la academia. Y en esa misma entrevista, afirma
que lo que ha enseñado Nicanor Parra
es peligroso. Nicanor Parra, un ser juguetón que no le ha pedido permiso a nadie; que alguna vez le pidió permiso a Neruda y quien no lo entendió en su momento, lo que hizo que Nicanor
Parra se mandara a cambiar y tomara el camino de Recordarse a sí mismo en todo momento. Cosa que Silva
Acevedo dice haber aprendido del cuarto camino de Gurdjieff.
Por mi lado, no creo saberlo todo, pero en mi
experiencia, la poesía se ha venido a
vivir conmigo, a mi cama, a mi casa, camina conmigo, como podría ser la presencia de la muerte en los
texto de Castaneda y Don Juan. Asimismo, si desapareciera de mí y mi vida, yo podría pensar que es la muerte, la nada,
descrita en la Historia sin fin de Ende.
“La poesía está un escalón más arriba de la vida corriente.”, dice Silva Acevedo en su entrevista. Y
me pregunto a qué se refiere. Y por
momentos pienso como si fuera algo religioso, dedicado a los que están encerrados en el monasterio, fuera de
la vida diaria. Monacal, digamos. Podría decir, que quizás sospecho lo que quiere decir, pero es una frase capciosa
publicada en un diario de tercera. La primera vez que lo leí me pareció pretencioso, como si solo supieran de poesía en el espacio cómodo de la academia literaria. La segunda
vez que lo leí, me quedó la duda, y me puse a pensar en lo que
sucedió la semana pasada,
el martes 13 de Diciembre de 2016. Ese día presentamos luego de un año de trabajo, el libro “La Ciudad” del fallecido
Gonzalo Millán (1947-2006).
Millán vivió en La Chimba, y
luego estudió en el Victorino
Lastarria. Hizo sus estudios en Concepción, y luego vuelve a Santiago para seguir artes de la comunicación en la UC. Fue en ese momento en que
viene el golpe de estado de Augusto Pinochet. Millán tuvo que salir del país. Se radicó en Canadá dónde hizo un Master en Literatura Hispanoamericana, y donde también formó una editorial que publicó varios años a poetas que
estuvieron en el exilio. Millán volvió a chile a mediado de los 90.
Bolaño dijo "la poesía de Millán, una de las más consistentes y lúcidas ya no sólo en el panorama chileno, sino latinoamericano, se erige durante
algunos años como la única poesía civil frente al alud de poesía sacerdotal”.
En la presentación de su libro La Ciudad, nos acompañó la poeta María Inés Zaldivar, quien fue pareja de Millán hasta su muerte. Ella tuvo el gesto de
hacer un tributo, tras cumplirse diez años desde que falleciera en 2006. Algo inédito, y algo que me sorprendió de tal manera.
Cuando te vas al exilio -dijo- no te queda
otra que estudiar o trabajar de aseador. Lo primero que hizo Millán fue estudiar e hizo un Master. Pero por
mientras hacía todo eso, no podía dejar de pensar en Chile, y trataba de
procesar el golpe y las consecuencias de ello en su vida. Hacía clases de español para los gringos, y mientras juntaba
recortes de los titulares de los diarios en Chile; cosas que iban apareciendo,
como por ejemplo un cuerpo de una mujer encontrado en la playa en Los Molles.
Los titulares de los diarios decían que era un asesinato pasional. Pero se trataba de Marta Ugarte,
quien había sido secuestrada
por agentes de la DINA, y que había muerto como consecuencia de las torturas a las que fue sometida.
Casi cuatro años estuvo Millán pensando en que
tenía que escribir,
hasta que un día, se da cuenta que
para poder escribir tenía que salir de
donde estaba. Entonces Millán abandona su
trabajo en la universidad y consigue un trabajo de aseador nocturno de
oficinas, para dedicarse en el día a escribir por fin esto que tenía atorado.
Si una lee La Ciudad, puede notar cómo se realiza un ejercicio para mantener
la memoria. Su forma, sus frases cortas, replican el método de enseñanza de español a los no
nativos. Sujeto predicado. Es una enumeración de lugares comunes. La misma ciudad que una ha recorrido para
llegar a un trabajo, que podría ser igual de
aburrido que el de Millán antes de hacer el
aseo.
Me recuerda a todas esas cosas que han hecho
mis amigos, como por ejemplo, renunciar a hacer clases en escuelas privadas,
para vender pescado, y luego lanzarse con el proyecto editorial que siempre
imaginaron. Un proyecto de vida, más bien. Recordarse a sí mismos en todo momento.
Silva Acevedo tiene razón que quizás escribir de lo contingente sin situarse, sin hacer un ejercicio
de autoreflexión, puede hacer que
la poesía sea efímera. Pero así como hay poetas y poetas y poesía y poesía, también hay personas y personas. La poesía debiera tener la definición que cada ser pensante y que siente,
puede definir. Nadie debiera decir que algo está a otra altura, como si fuera un modelo, un ideal, que pusiera
distancia entre el creador y lo que sucede.
Porque al final de cuentas, es lo que nos
sucede. Un fenómeno. Y como bien
dice John Johnson Bacanalés, hay que buscar
una disciplina para escribir. Ejercitar para que ese fenómeno sea más claro y vasto y puro.
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