miércoles, 2 de noviembre de 2016

"El Único" por Sergio Bravo Loyola



El  único

Mis primeros pasos en el mundo del fútbol fueron, como los de muchos que he conocido, en un deporte parecido pero no igual: la pichanga.

En el pasaje Berlín, lugar donde crecí y me críe, pasaba largas horas jugando y chuteando todo tipo de balones con la generación que era más grande que yo. En esa época ellos tenían quince o dieciséis años y yo sólo cinco.

El partido que recuerdo con más claridad fue cuando jugamos un domingo, en la noche –nunca jugábamos los domingos en la noche porque la ley del “ir a clases” nos lo impedía– pero ese día se jugó, un domingo y de noche. Toda una revolución.

“Los grandes” como llamaba al grupo ya mencionado, que eran los mismos cabros que elegían y se creían personajes de Dragon Ball Z después de ver una película de la serie, se dieron el lujo de poder burlar el poder imperante y organizaron a eso de las nueve o diez de la noche una pichanga.

No sólo teníamos en contra al horrible horario escolar, también estaba como antagonista alguna vecina que pudiera salir a reclamar por la bulla ya que a esa hora estaba acostada esperando o viendo el tiempo para ver si podía colgar ropa al día siguiente.

Además de esos factores, recuerdo el partido porque mi mamá estaba sentada en la puerta de la casa viendo el cotejo. Era la única y en primera fila, sin ningún temor a los pelotazos.

No podía ser menos, entonces. Había una sola hincha en la cancha y era mi hincha. Metí alrededor de seis goles, el equipo rival reclamó diciendo que eran cinco porque me acusaron de haber sacado de las manos la pelota al arquero en el último tanto.

Para mí claro que valió, si se la quité o no me dio lo mismo. Mientras los demás discutían por la validez del tanto, ocupando argumentos como el “gol o penal”, yo corrí como loco. Había sido una noche redonda.

Para mí valió. Valió mucho. Cuando corrí fui a la puerta, a la silla. Ese gol, el sexto de ese domingo en la noche, viciado o no, valió más cualquier otro. Ese gol fue el único que le dediqué a mi mamá.





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