martes, 1 de noviembre de 2016

"La vocación o eso que somos" por Macarena Yupanqui

  Cuando niños, de pronto nos encontramos con que nos llevan al colegio, al jardín, a la escuela o a algún lugar ajeno a la comodidad de nuestra casa, donde  vamos a aprender de manera sistemática y obligatoria, cosas que no nos enseñan en casa, o al menos no de esa forma. El conocimiento está dividido en distintas áreas y así vamos comprendiendo mejor el mundo que nos rodea, lo externo comienza a tomar sentido  y de a poco vamos utilizando esa lógica para también entender las cosas más allá de cómo se nos muestran, es decir, comenzamos a sacar conclusiones, a formularnos preguntas, a inventar, a crear y a dudar. Este proceso, es algo que nunca termina, por ejemplo, la comprensión del lenguaje no se acaba cuando aprendemos a leer, y así es en todas las áreas.
  Pero hay algo que muchas veces parece ser olvidado por las escuelas y por la educación que nos entregan día a día en el hogar, y eso es el auto-conocimiento. Claro está lo importante que es conocer el mundo para entendernos a nosotros mismos, ya que somos parte de él y debemos reconocernos en ese espacio-tiempo y circunstancias, pero no debemos olvidar que así como experimentamos el aprendizaje desde lo exterior, debemos también experimentarlo desde lo interior, ahí adentro hay un mundo igual de infinito, diverso e importante para el proceso de experimentar la vida.
  Estudié desde primero básico a cuarto medio en un colegio católico, de monjas, donde siempre se nos habló de la vocación, esa palabra que constantemente resonaba como algo de suma importancia para la vida, pero para esa vida exterior y normativa, donde había que elegir de manera segura y definitiva lo que íbamos a ser “cuando grandes”: los estudios, la profesión, el trabajo.  Se supone que teníamos 12 años para encontrar nuestra vocación, o más bien, para buscar nuestra vocación y encontrarla al salir del colegio, demostrando ese encuentro en una buena decisión al momento de elegir una carrera y entrar a la universidad. En este punto, es donde muchos de los que teníamos vocaciones ligadas al arte y la filosofía, nos perdíamos, ya que la educación tradicional tiende a excluir estas áreas de la vocación normativa.
La biblia dice: “muchos son los llamados, pocos los escogidos”, y para los que no fuimos de los escogidos, es tarea difícil responder implacablemente al llamado de Dios, necesitamos guías y maestros en los primeros procesos de auto-conocernos, somos los débiles, los de metabolismo lento. Pero sí creo que podemos renunciar al estado de confortabilidad para transformarnos en seres escogidos: escogidos por nosotros mismos para hacer lo que realmente somos y ese es el verdadero llamado de Dios.
  Por esto mismo,  las monjas deberían haber usado el recurso religioso para instruirnos acerca del tema. Ya que según el catolicismo la vocación es el puente entre lo que somos y Dios, es un llamado divino a encontrarnos y seguir nuestra misión en el planeta: “… la absoluta libertad de Dios que llama y la libertad humana que responde a esta llamada”.
  Considero que si bien, esto está dicho por el catolicismo y muchos discrepamos de la filosofía y el qué hacer de la iglesia católica, es una definición que se acerca fielmente a lo que es el auto-conocimiento, el reconocimiento de nosotros mismo y el valor que este reconocimiento tiene para encontrar sentido a la vida. Cada ser humano viene “destinado” o “fabricado” con ciertas características, para cumplir una labor determinada en el mundo y la verdadera vocación está en encontrar esa labor, más allá de normas sociales o morales que rigen nuestro hacer, debemos encontrar las reglas internas que nos guían a hacer lo que somos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario