miércoles, 9 de noviembre de 2016

"Fulgor y muerte de una posible estrella" por Sergio Bravo Loyola

Fulgor y muerte de una posible estrella  


Era chico, estaba en la básica todavía. Creo que tenía como diez años. Por eso fue sorpresa cuando el Beto, un amigo y compañero de trabajo de mi mamá, me invitó a jugar a la infantil del Deportivo Cumming.

        Era el club del barrio, era aquel equipo donde muchos niños se habían conocido y se habían hecho amigos o porque jugaban juntos o, simplemente, porque sus papás jugaban en el primer equipo. Era un barrio entero, era una familia.

        Fui con el César, un amigo que no era del pasaje pero su abuela vivía ahí y era con el que chutéabamos de arco a arco. En el partido había de todo, parrillas, mucha gente, familias, etcétera. Pero el equipo no tenía arquero y yo ni zapatos de fútbol tenía. Tuve que llevar las zapatillas blancas de educación física.

        Me preguntaron de qué jugaba. “Delantero” dije, me pasaron la 9. Mentí asquerosamente, nunca fui delantero, primera vez que jugaba en cancha grande y en el colegio me destacaba más por ser lauchero centro con nula proyección por las bandas.

        Era el 9 del primer equipo azulgrana que conocí, después me enteré que había un San Lorenzo de Almagro, un FC Barcelona y hasta un Deportes Iberia en Los Ángeles.

        El partido fue para olvidar. Pero no puedo. Me pillaron unas cuatro o cinco veces fuera de juego. El defensa del otro equipo me ganó todas las pelotas y la posición, estaba desesperado. En un acto que todavía me pregunto por qué lo hice, para sacarme la mufa, tomé la pelota como a 30 metros del arco avancé un poco y le pegué. Claro, el resultado fue paupérrimo. No me pude la pelota y el tiro avanzó como cinco metros a menos de un kilómetro.

        Ahí apareció el 11, que era mi dupla en el ataque, y me subió y me bajó a garabatos. Para no ser menos, yo también. “Hueón, te pedí la pelota mucho rato. Ahueonao”, “Habla más fuerte entonces poh, concha de tu madre”. Nunca supe cómo se llama pero de vez en cuando lo veo por la calle.

        Debut y despedida. Porque la verdad es que siempre fui mamón. Trataba de ser lo más correcto para hablar que se pudiera y mi vieja me prohibía decir garabatos. Ante tal falta a la educación que ella me dio, preferí castigarme por lo malo de mi actuar y nunca más fui a jugar.

        Años después aprendí que las chuchadas y sacadas de madre son parte y se aceptan en el lenguaje futbolero y mucho más cuando la cancha es de tierra. Ese partido lo perdimos como 9 a 1, con cuatro cambios de arquero y después de terminado el encuentro nos dimos cuenta que ellos jugaban con 12. El árbitro desestimó esto porque el jugador 12 del otro equipo era un niño de como 7 años.

        Pude haber sido el goleador histórico de las canchas del Parque de los Reyes, pero fui lo que fui por consecuente. No podía fallar así a las enseñanzas que mi madre me había dado a chuchada limpia.

        El Pelado fue a un partido más, hizo un gol, le llegó un rebote con el arco vacío. Perdieron 2 a 1 y no cambiaron ni una sola vez arquero. El Cumming estuvo en quiebra pero de nuevo se está armando. Sin cadetes, eso sí. Solo los grandes. A lo mejor ahora, con 23 años, vuelva por mi revancha.


No hay comentarios:

Publicar un comentario